
Hace exactamente seis años el candidato a intendente de Córdoba por la UCR, Luis Molinari Romero, obtenía el 8 % y miraba desde muy abajo la tremenda elección de Luis Juez, sustentada en buena medida por los votos que le quitaba al radicalismo. La UCR profundizaba la crisis del llano y comenzaron a escucharse vaticinios acerca de que la recuperación llegaría desde el interior, de la mano de los victoriosos intendentes que renovarían a la caduca dirigencia capitalina. Los renovadores sepultarían a los núcleos históricos.
Y la seducción del juecismo cautivó a muchos, que comenzaron a caminar hacia él, desprovistos de la célebre intransigencia radical.Pasaron seis años y el mito del buen salvaje del interior que pasaría por el arco de Córdoba con todas sus virtudes no se cumplió: la UCR se “renovó” con el mestrismo capitalino.El viernes pasado asumió la presidencia del Comité Provincia el ex intendente de Berrotarán, Anselmo Bruno, secundado en las vicepresidencias por el de Río Tercero, Luis Brouwer de Koning, y el ex de Villa Allende, Heriberto Martínez. Sin embargo, eso no significa que el “alcalde-power” haya cumplido su pronóstico.La nueva conducción partidaria surgió de un acuerdo interno en el que, antes que los demás, tomaron decisiones los tres herederos del ex gobernador Ramón Mestre, todos ellos capitalinos: su hijo Ramón, su eterno colaborador de etiqueta Oscar Aguad, y su eterno colaborador de overol Miguel Nicolás.
Por un pacto preexistente a las revitalizadoras elecciones del 28 de junio, en las que Mestre fue segundo a corta distancia de Juez por el Senado, y Aguad ganó en el tramo de diputados, a Nicolás le tocaba colocar el presidente del Comité. Y Nicolás eligió a Bruno, un dirigente de bajo perfil, que no pretenderá escalar posiciones ni afectar las aspiraciones provinciales de Aguad. Quedó desplazado un intendente del interior con mayor apetito: Carlos Felpeto (Villa Carlos Paz).
El panmestrismo, con base capitalina, tomó el control de la UCR. Hasta ensayó a futuro una división de poderes basada en la contundencia de los resultados electorales: Aguad candidato a gobernador; Mestre candidato a intendente; Nicolás, mediante un delegado, a la presidencia del Comité. Por sus distintas aspiraciones, si controlan el impulso tanático podrían convivir hasta 2011.¿Y qué hay enfrente del panmestrismo? Todavía nada fuerte.La Línea Córdoba de Eduardo Angeloz no ocupa cargos (inédito desde la década del ’70), el becerrismo es débil y Mario Negri concluyó su interminable mandato muy malherido.Negri ocupó la vice 2ª del Comité con Martínez, el menos negrista de los negristas, y como un premio consuelo se le otorgó el cuarto y último lugar en la nómina de delegados al Comité Nacional. Mestre hubiese preferido asestarle un golpe mortal a quien es acusado del delito de alta traición partidaria por pretender una alianza con el juecismo y llamarse a la abstención cuando el Congreso no le dio con el gusto (incluso, los mestristas sospechan que en el corte que perjudicó al candidato a senador estuvo su mano oculta.
Bajó sangrando Negri del tercer piso de la Casa Radical, aunque debe recordarse en su descargo que desde que Luis Molinari Romero “ascendió” de la titularidad del Comité Provincia a la Vicegobernación, en 1995, todos los presidentes que le siguieron dejaron en esa oficina un jirón de sus prestigiosos atuendos, y la mayoría de ellos, hay alguna excepción, no volvió a la primera división (basta repasar la lista: Alfredo Orgaz, Raúl Trettel Meyer, el interino Eduardo Conde, Miguel Nicolás y Carlos Becerra).El anagrama de Mario Negri, “niega morir”, anticipa que el entrerriano no se dará por vencido. Después de todo, sobrevivió a las caídas de Raúl Alfonsín, de quien fue un soldado, de Eduardo Angeloz, de quien fue vicegobernador, y de Ramón Mestre (padre), de quien fue aliado. Siempre logró presentarse como una cara nueva, lo que demuestra el nombre de los núcleos que integró y fundó: Renovación y Cambio, Nueva Convocatoria, Convergencia para el Cambio y Alternativa y Renovación. Ahora, Negri avisó que quiere ser candidato a gobernador en 2011.
Exhibir pretensiones, aunque parezcan descabelladas, es una jugada de manual para retener a la tropa propia.Negristas, angelocistas, becerristas y todos aquellos que no son panmestristas le temen al nuevo poder oficial, porque le asignan una gran voracidad, que sospechan podría aplicarse a la conducción partidaria, la estrategia político-electoral y, por fin, el armado de las listas de candidatos. Claro que ese hambre es el que, al fin de cuentas, resucitó a la UCR.
Fuente: La Mañana - Lunes 5 de Octubre de 2009